10 junio 2016

EL HOMBRE BLASFEMO

Hacía tiempo que no “aterrizaba” por aquí, ya tenía gana de disfrutar en el pueblo estos días eternos en los que” nunca se pone el sol”,  complementados por una excelente bonanza del tiempo que se recibe como una bendición. Todo ello sin tener el ánimo encogido oyendo a la señora de la TV. ¡ Ahí te quiero yo ver! oyéndote  pronosticar el buen tiempo. Sigue en esa línea y te invitaremos a San Lorenzo.

Bueno: pero a lo que vamos. Que se me enredan los dedos entre el teclado y me olvido de título arriba referenciado.
Caminando por las calles, caminos, terrenos que antes eran pequeñas parcelas del pueblo, abundan recuerdos que vienen a la memoria máxime dada la edad que uno ya tiene.
Había un señor en este pueblo que era muy blasfemo. Blasfemaba con tanta frecuencia que no pronunciaba una frase sin acordarse de Dios, precedido del apócope “san”
Cuanta era la inconsciencia con la que pronunciaba tal Sílaba y Palabra que yo creo que no podía ser pecado, salvo si se sentía irritado por algo.
Cuando éramos muchachos, una temporada tuvimos la costumbre de reunirnos los domingos por la tarde en la puerta de la fábrica. (¿?)  No se porqué se llamaba así. Una casona que hay a la salida del pueblo por la carretera de Aldeadávila que en aquella época estaba deshabitada.
Era invierno, no teníamos muchas alternativas de diversión entonces nos dedicábamos a hacer lumbre en el altillo sobre el suelo que tiene la fachada de la casa, apañando  palitos, ramo, hojas y todo tipo de consumible para el fuego.
Este señor que vivía en el camino Masueco tenía en la parte posterior de su casa un gigantesco pino que producía muchas piñas y eran muy buenas para el fuego.
Pensando que no nos veía nadie íbamos a recoger las piñas caídas y cuando estábamos cerca aparecía el hombre tras la pared amenazando cayado en alto y pronunciando blasfemias contra la chiquillería que le incordiaba.
Dejábamos pasar un tiempo y cuando considerábamos ausencia del dueño volvíamos a por tan cotizado combustible, cuando volvía a salir de su escondite gritando,.. “Pero una, pero dos, pero me cagoen”... (blasfemia gorda).
Pasado el peligro y durante toda la semana siguiente servía esto de comentario y mofa a modo de gracia porque hacia rimar las palabras, “ pero una pero dos pero me cagoen …”.
En una ocasión este hombre fue a confesarse y se acusaba en el confesionario de que blasfemaba con mucha frecuencia.
Preguntado cuantas veces blasfemaba diariamente respondía que varias, unos días mas que otros puede que dos, cuatro, ocho, según me irriten las circunstancias.
El confesor lo tranquilizaba diciéndole que si no era con rabia o mala intención el pecado diario no era tan grave. Pero mira hijo: tres veces al día, multiplicado por siete días a la semana, por trescientos sesenta y cinco al año, resultan muchas blasfemias. El confesor le hablaba con serenidad y el hombre escuchaba con dolor de contrición y arrepentimiento los cargos que le hacia el cura, pero cuando escucho el resultado de la ecuación exclamo: “¡Me cagoen … -blasfemia gorda- pero si yo no pensé que fueran tantas!”

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya lo estabamos extrañando don Lagarto, ya con el mejor tiempo esperamos salga de su letargo y nos siga contando historias tan curiosas, me ha gustado, parecida a las del blog de Jose Carreto que cada semana tambien lo seguimos aunque somos perezosos en agradecerselo.
El nombre de "la fabrica" creo que era por que fue eso en su dia.
Saludos.

Manuel dijo...

¿Fábrica de qué, de harinas?. La plataforma elevada y corrida por toda la edificación, sería para facilitar la carga y descarga, supongo.
El tema de las blasfemas pueblerinas, y más concretamente en nuestro pueblo, daría para rato. Las hay curiosas para no llegar a blasfemia: Por ejemplo, Cagüen Crista, Cagüen Diosla... Y hay una, que si mal no recuerdo la tienen en audio en la SER de Zaragoza, que un mañico mayor llegado de un pueblo a la capital para recibir y ver al Papa Juan Pablo II en su visita a El Pilar, quiso dar el mayor VIVA que le salía de sus adentros: "¡VIVA EL PAPA, CAGUEN DIOS!" Estoy seguro que en el cielo este viva no se recibió como blasfemia.

-Manolo-

Anónimo dijo...

Historia muy interesante y muy bien contada. Creo adivinar de quien se trataba el blasfemador que no lo era tanto si pensamos que era una rutina como otra cualquiera, sin ánimo de ofender, podríamos decir.
Yo recuerdo otro que cuando araba con sus vacas tampoco se quedaba sin recursos a la hora de animar a la yunta. Después de blasfemar contra san Pedro y san Pablo y para que nadie quedara indemne en la corte celestial añadía: "san Pedro y san Pablo y todos los santos", y a partir de ahí los surcos salían mas rectos.
Sobre la fábrica tengo un vago recuerdo que era, si no fábrica, al menos almacén de harina y trigo y por eso la acera elevada para carga y descarga.
Félix.

Anónimo dijo...

EL HOMBRE BLASFEMO: ¡Vaya grosería de título! A veces, por querer ser graciosos, ofendemos. ¿No te das cuenta, incauto, que esa persona a la que llamas blasfemo puede tener familia?
Recuerda que todos tenemos antepasados, incluido tú, con una historia y anecdotas gloriosas que posiblemente no nos gustaria que sirvieran de mofa.
Para ser gracioso hay que empezar por caricaturizarse uno mismo.
¡Un poco de tacto, pr favor!

Juan Luis Esteban dijo...

A mi, que compartí con el autor las travesuras del fuego, las piñas y demás, además, de vivir en el pueblo una infancia feliz, desenfadada, sana y divertida sin complejos, me parece desacertada, inoportuna, impertinente y desconsiderada la calificación de "grosería de título" del artículo que el Señor Lagarto inserta en el encabezamiento de su amena, y desenfadada entrada, cuyo ánimo de entretenimiento está fuera de toda duda.
Posiblemente, yo sea muy corto de inteligencia y por esa razón no alcanzo a ver la ofensa ni mala intencionalidad que, el autor del comentario anterior hace al respecto; quizás, por eso también, no le veo mala fe ni nada desagradable desde mi punto de vista personal; a no ser que, se mire a través del cristal de la hipocresía, que, ésta sí que hace ver las cosas tergiversadas y deformes, especialmente, cuando se vierten ligeras e irreflexivas acusaciones de ese calibre mediante el anonimato, que muy poco dice en favor de su autor.
Juan Luis Esteban (Colino)

Anónimo dijo...

De total acuerdo en lo expresado por Felix y Juan Luis...no lo considero ofensa, ni ha querido hacerse el gracioso el Señor Lagarto...antiguamente en los pueblos se consideraba normal hablar asi a modo de enfado cuando las cosas no salian bien y nadie era peor persona por ello.
Este anonimo no lo conocera para pensar haya querido ofender...nada mas lejos, estoy segura.
Rosa.